martes, 17 de septiembre de 2013

Los nuevos alquimistas


En la antigüedad, la alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética greco egipcia y legendario alquimista, influyendo en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII, y evolucionando en el transcurso de los comienzos de la época moderna hacia la actual química.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.

En el plano espiritual, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales, mediante un proceso de purificación mediante la oración y el ayuno.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales, como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales.

De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible.

Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «decodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.

En la actualidad, existen muchos seres que transmutan experiencias humanas dolorosas y difíciles en estados de evolución espiritual. Desarrollando la alquimia más difícil: la propia transformación.-

Dentro de estas experiencias humanas, encontramos aquellas que nos evidencian nuestra pequeñez en el Universo (son típicas de la pregunta por qué a mí? Y no, por qué no a mí?), y que a su vez, nos muestran lo ilimitado de nuestro poder sobre nosotros mismos. A modo de ejemplo, y de homenaje, veremos algunas oportunidades  enriquecedoras de alta alquimia humana:

I-  La enfermedad

Mariana Emilse Benítez es una joven que hace años había sido noticia por padecer una seria enfermedad.  Pudo operarse en Buenos Aires, por medio de la colaboración económica que obtuvo de la comunidad de Goya cuando tenía solo 4 años.  Pero a pesar de las adversidades esta Mariana Benítez se recuperó y, notablemente, hace pocos días se recibió de médica.

Benítez hizo declaraciones en el programa “Panorama Local” que se emite por Canal 2 de Goya Visión. Contó cómo fue que superó todos sus problemas de salud, y cómo ahora, totalmente recuperada empezará a ejercer la medicina, a favor de la gente.


Recordó que cuando tenía 4 años fue noticia por una serie de problemas graves de salud. Pero que la solidaridad de la gente de Goya le permitió a su familia, hacer que Mariana fuera operada en Buenos Aires, superando la escápula elevada o deformidad de Sprengel que es una enfermedad congénita rara. 

Los médicos le continuaron haciendo controles hasta los 13 años. En aquel entonces, le habían dicho que si no le operaban “no llegaba a los 16 años porque el síndrome de Sprengel era una operación de alto riesgo”.
“Evolucioné muy bien, seguí con tratamiento y kinesiología. Pero a los 16 años, en julio del 2002 tuve nuevas dificultades.” Esta vez, le habían detectado hidrocefalia, congénita, a raíz de la misma operación de columna.
“Me operaron. Nuevamente pidieron ayuda, para que pudiera ir a tratarme”, recordó. Pero igual logró terminar el colegio, y casi lo cursa libre.
Comienza a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Lo hizo con la ayuda de quien describe como “una madrina del corazón”. Esa madrina le ayudó económicamente.  “Me recibí, y rendí  el 21 de diciembre la última materia. Y me recibí de médica”, anunció muy alegre la doctora Mariana Benítez.
“Ahora devolveré con la profesión un poco de todo lo que me dieron. Todo ese cariño. Hoy en día hay gente que me dice que me conocen. Siempre se acuerdan de mi caso, y sin ellos yo no estaría aquí”, remarcó la flamante médica.
Adelantó que en lo inmediato tiene previsto hacer residencia e internado en el Hospital Fernández.  La profesional contó que en ese hospital porteño le habían atendido, y la siguen controlando. Es que años atrás le habían descubierto un tumor. Estiman que fue una consecuencia de la operación de hidrocefalia.
Relató la médica: “En octubre del año pasado desapareció el tumor, luego de dos años de lucha, salí adelante con el cariño de mi familia, y la de Buenos Aires, con la familia de mi novio.  Con ellos, salí adelante, con el cariño de gente amiga”.
“Con la ayuda de Dios todo es posible, pasamos mucha cosas feas, pero nunca perdí la fe. Cuando me descubrieron el tumor, siempre me reproché haber sido el problema para mi familia. Después, de grande, aprendí que no era mi culpa, que nunca fue culpa mía”,  comentó.
“Por algo me dejó Dios y no me cansaré de agradecer”, dijo.
Dice que tiene la residencia en el Hospital Fernandez. Pero señala: “me gustaría volver, faltan cosas en Goya, el hospital está deteriorado, faltarían algunos especialistas,  si tengo la posibilidad de volver lo haré”.

II - La discapacidad

               

III- La guerra


Sin duda, recuerdan la famosa fotografía de una niña corriendo despavorida por una carretera, desnuda y abrasada por el napalm. Fue la imagen de la guerra de Vietnam. Y la que mejor ha reflejado el impacto de los conflictos que produce la guerra en la infancia.
Han pasado 35 años y Kim Phuc, la famosa niña de la foto, ha vuelto a recordar ese horror durante un acto de apoyo a la campaña 'Reescribamos el futuro', de Save the Children.
En 1997 fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad por la UNESCO y creó la Fundación Kim Phuc, que se dedica a ayudar a los niños víctimas de la guerra y la violencia en países como Timor, Rumanía o Afganistán, y a defender la educación como la mejor herramienta de futuro.

IV- La tragedia

Carlos Páez era un niño bien, estaba acostumbrado a la buena vida y jamás había tenido una experiencia como boy scout. Cuando el avión en el que viajaba para ir a un partido de rugby se desplomó, se dio cuenta de la potencialidad que tenía como ser humano, y a veces fue el cobarde, pero muchas otras fue el valiente, en aquella tan famosa supervivencia en los Andes.
En 1998 comienza a dar conferencias en las que comparte su historia de coraje y sobrevivencia, dejando una valiosa lección de vida. Empresas de gran prestigio internacional lo han requerido para trasmitir su particular experiencia a sus clientes, empleados y colaboradores.
En 2003 publica el libro “Después del día diez”, con un gran éxito, teniendo más de 14 ediciones a la fecha.

V- La alquimia

Es así como estos cuatro ejemplos (que sólo son una muestra de millones de situaciones), nos muestran la transmutación del plomo en oro. La verdadera alquimia, la alquimia que nos transforma.

Las situaciones límites a las que se enfrenta la condición humana, son como el plomo de los antiguos alquimistas: metal pesado  de color plateado con tono azulado, que se empaña para adquirir un color gris mate, flexible, inelástico y que se funde con facilidad.

Como explicamos al inicio, los antiguos alquimistas, buscaban transformarlo en oro: metal precioso, blando, de color amarillo brillante.

Los estados humanos que citamos como ejemplos precedentemente, podrían recordarnos al plomo, en cuanto son estados muy pesados al alma, dado que la cargan de impotencia, rabia, miedo, ira. Empañan nuestra visión del mundo tornándola gris mate, opacan nuestra existencia. Nos hacen fundirnos con suma facilidad, volviéndonos vulnerables a todo y todos. Hasta que los nuevos alquimistas, protagonistas de esos mismos estados, nos recuerdan que incluso eso podemos transformarlo en oro, perdiendo la rigidez, volviéndonos blandos pero no quebradizos, e irradiando luz brillante a nuestro alrededor. 

O acaso la luz no surge de la oscuridad? Cuanto mayor es la oscuridad, mayor será la luz resultante, más se notará el brillo, y recordaremos que somos preciosos y muy valiosos, para poder contra lo que fuera necesario, incluso contra nosotros mismos.
Y así, encontraremos la piedra filosofal, la verdad espiritual que cada uno busca en su propia misión de vida, recordándoles a los otros que también deben buscar, que son capaces de transformar plomo en oro, y acceder a la vida eterna.

Porque aunque a veces parezcamos plomo, todos somos oro, sólo hace falta recordar...

Gold
Always believe in your soul
You´ve got the power to know
You're indestructable
Always believe in, because you are
Gold

  "Gold - Spandau Ballet" 


Del bien y del mal



"No sé qué es preferible: el mal que hace bien o el bien que hace mal."  Miguel Ángel Buonarroti

Filosóficamente, el bien es aquello que se opone al mal y es además un valor tautológico que se otorga a la acción de un individuo.
Si definimos al mal como lo que se opone al bien, siguiendo los mismos lineamientos, esta definición nos encierra en un círculo sin fin, donde no definimos autónomamente al bien ni al mal. Quizá porque ambos no puedan definirse por sí solos, sino que conforman parte de una unidad única que los comprende: el todo.
El bien y el mal, conviven dentro de nosotros en tanto seres a imagen y semejanza divina: el todo está así en nuestro interior.
De allí la existencia del libre albedrío, como elección incondicionada permanente entre el bien y el mal, la luz y la sombra. De hecho, no podemos elegir libremente lo que reinará fuera de nosotros, pero sí podemos hacerlo dentro. Dentro es donde nuestro poder de elección tiene real significado.
Para estar en armonía, ambas partes del todo, deben estar equilibradas. Cuando desconocemos el mal dentro de nosotros, cuando lo negamos, lejos de debilitarlo lo fortalecemos, en tanto no lo integramos a ese libre albedrío de elección, y se maneja por su propia cuenta, sin ningún tipo de control ni direccionamiento.
Nadie es ni bueno, ni malo en su totalidad. El todo es más complejo. Nuestra naturaleza es divina, escapa al entendimiento humano, es así que toda clasificación humana de las partes de ese todo, caerá en subjetivismos tarde o temprano, en tanto se intenta dar un concepto limitado a lo que no lo es, y comprende todos los demás conceptos.
Es cierto que nuestra esencia divina no cambia, no podemos cambiar lo que no podemos crear. Sí cambian los conceptos o definiciones acerca de ella. Y también, los conceptos y definiciones acerca de sus partes, el bien y el mal.
Cuando esas partes del todo, se manifiestan fuera nuestro, en tanto nos interrelacionamos, surgen las consecuencias de nuestra elección, que generalmente se confunden con la elección misma. Elegimos hacer esto o lo otro, pero antes elegimos desde que parte del todo vamos a elegir. El libre albedrío es mucho más profundo y anterior al que se ve desde afuera. Afuera se ve lo que dejamos mostrar de lo que elegimos, lo que elegimos puede ser mucho más vasto y complejo, y tiene que ver con nuestra esencia, no con nuestra conducta.
Nuestra conducta es el proceso mediante el cual, manifestamos lo que elegimos. Lo hacemos saber, lo damos a conocer. Elegimos qué parte vamos a mostrar afuera, lo que no implica que la otra parte haya dejado de existir dentro.
La verdadera sabiduría, consiste en ver el todo. Sin juzgarlo, sin encuadrarlo en conceptos, sin determinarlo como bueno o malo, como bien o mal. No es necesario definir para conocer, sí es necesario vivenciar. La sabiduría se adquiere con la experiencia, no la de otros sino la propia. Aquella que es intransferible y mutable constantemente, llena de nuevos desafíos y aprendizajes.
No es un proceso intelectual: la sabiduría que es valiosa, es la que internaliza la esencia. Esas certezas, que sentimos desde lo más hondo de nuestro ser, y que no admiten discusión.
Cuando actuamos conforme a nuestra esencia, nos sentimos aliviados, en paz. Aceptados por nosotros mismos, que es en definitiva la aceptación que cuenta.
Así el bien será una parte de nuestra esencia, quizá la que más se acerque a la fuente divina original, en tanto el mal, es aquella ausencia divina en nuestro interior, ausencia de bien, cuando la parte del mal está desproporcionada y en desarmonía con  la parte del bien, cuando no hay paz, porque nos alejamos de la fuente divina de creación.
Es importante que nuestras conductas sean el fiel reflejo de nuestra esencia: el bien y el mal. A esto le llamo diafanidad: transparencia. La transparencia implica coherencia, en tanto la consecución de nuestras acciones para lograr un objetivo, tiene que seguir una línea clara de expresión, que no deje lugar a dudas de quiénes somos y qué queremos.
Cuando uno es claro no hay conflictos, los conflictos surgen de las ambigüedades, los malos entendidos, la dicotomía entre nuestros pensamientos y nuestras acciones, nuestro lenguaje corporal y verbal en discordancia con lo que sentimos en realidad.
Mucho menos aún, desde esta visión es útil considerar al bien como un valor, que se le otorga a determinadas acciones. Siendo que aquí, el bien es parte de la esencia y las acciones son su manifestación física. Las acciones no tienen un valor en sí mismas, sino que sólo son una muestra práctica de nuestra esencia, para que sea así en la Tierra como en el Cielo.
Muchos opinan que el bien es aquél que no ocasiona daño en otros. ¿Cómo podemos saber lo que causa daño en otros sino no somos capaces de identificar la mayoría de las veces lo que nos daña a nosotros mismos? ¿Quién puede tener la sabiduría necesaria para además de conocer su propia esencia conocer la de todos los demás? ¿Podemos causar daño en otros realmente?
Desde mi visión, y en el entendimiento que nuestro verdadero poder radica en el libre albedrío que reside en nuestra esencia, no tenemos poder alguno sobre los demás. Incluso el poder que tenemos sobre nosotros es tan sólo una derivación divina, no es un poder original. Así es que seríamos realmente incapaces de ocasionar daño en otros si los otros no lo permitieran tácita o expresamente, por acción u omisión.
Es así como el bien, entonces sería una parte de nuestra esencia, aquella parte más cercana a la Fuente Divina Original, para mí sin lugar a dudas, llamada Dios.

martes, 11 de junio de 2013

Poesía: El Amenazado (Jorge Luis Borges)


Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte
para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad,
las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos,
el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos,
la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta
a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,
pero la sombra no ha traído paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal: ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges
El oro de los Tigres (1972)



viernes, 24 de mayo de 2013

El príncipe de la burbuja. Síndrome de Asperger.


Cuando nació, sus profundos ojos oscuros se encontraron con los míos, y no recuerdo momento más feliz en toda mi vida.
Desde muy pequeño, siempre estuvo muy atento a los sonidos, colores, y cualquier estímulo que lo rodeara. Parecía observar todo como si le fuera absolutamente desconocido, prestando mucha atención y absorbiendo cada detalle.
A los nueve meses, ya daba sus primeros pasos, y al año, hablaba casi a la perfección para asombro de todos.
Le encantaba el agua, y siempre estaba sonriendo, cantando o haciendo monerías. Solía repetir frases complejas, que escuchaba en casa o por la televisión, aunque no tuvieran un sentido en lo que él necesitara expresar.
Disfrutaba y aún lo hace, de jugar con sus perros, y le fascinaba entretenerse con cualquier animal.
A los dos años y medio, comenzó el Jardín de Infantes. Nos parecía necesario, para que compartiera actividades con niños de su edad.
Al comienzo, lloraba muchísimo para ingresar, haciendo berrinches y toda clase de escándalos, que luego se calmaban cuando se entretenía con algún juguete o algún cuento.
No compartía juegos con los demás niños, ni parecía conectarse con las consignas que la maestra propusiera realizar en conjunto, ni en forma individual. Cuando no quería realizar algo que le indicaran, especialmente dibujar, no había forma de convencerlo.
No molestaba a sus compañeros, ni tenía problemas de conducta, simplemente se quedaba como absorto con algún objeto, o sólo le interesaban las letras y los números. Así como se negaba a participar de juegos de competencia o grupales.
Para los docentes era un caso extraño, porque no era la problemática habitual con la que ellos ya estaban acostumbrados a lidiar.
Si se equivocaba realizando una práctica nueva, no volvía a intentarla. No toleraba que algo no le saliera como se suponía debía salirle.
Memorizaba inmediatamente cualquier cuento que se le leyera, al punto, que si uno -sin querer- omitía un renglón, él lo señalaba indicando en qué hoja no se había leído el texto que faltaba.
Le encantaban las historias de las personas, especialmente sus fechas de nacimiento y todo dato numérico de sus biografías, que por supuesto memorizaba a la perfección.
Solía entretenerse con las patentes de los autos y los números de las casas, encontrando relaciones numéricas inadvertidas para nosotros.
A los cuatro años, nos sorprendió leyendo en voz alta un cartel que había en la calle, sin que nadie le hubiera enseñado a leer. Esa fue una puerta maravillosa que abrió solo, y que le permitió tener acceso a todo libro que se le cruzara en su camino. Incluso los que no correspondían a su edad, haciendo preguntas que eran muy difíciles de  explicarle siendo tan pequeño.
Aprendía otros idiomas, con tan sólo escucharlos y empezar a relacionar significados, sea en una canción o en una película subtitulada.
Empezó a absorber tanto conocimiento, que exigía que nosotros como papás, estemos también muy informados acerca de cualquier tema, porque era permanente el testeo de cuánto sabiámos con respecto a alguna de las áreas de su interés, y lo decepcionaba mucho que no pudiéramos colaborar con él en el aprendizaje de algún tema en particular.
Lo preocupaba mayormente todo lo intelectual, y no así las actividades físicas. Era temeroso, y lo perturbaban notoriamente los ruidos muy fuertes.
A raíz de su aislamiento constante cuando concurría al Jardín o en cualquier actividad social, y su ausencia de interés por tener amigos con los que compartir momentos o juegos, ya fue objeto de análisis psicológicos, neurológicos, y pediátricos de todo tipo desde muy pequeño.
Todos ellos, sin arribar a un diagnóstico que explicara su conducta.
En casa era sumamente tranquilo y se entretenía solo, siempre y cuando su rutina no se viera alterada por algún suceso imprevisto, que lo disgustaba.
Así comenzó la escuela primaria, y las características de su comportamiento se iban acentuando cada vez más. Cuanto mayor era la exigencia de contacto social, mayor se hacía su desconexión. Así como su tristeza y su frustración se hacían más evidentes.
Es como se convirtió en el niño raro de la clase, adorado por sus maestros - a quiénes exigía permanente información- y aislado por sus compañeros, quiénes no entendían por qué no se relacionaba con ellos de la misma forma que los demás chicos.
Interpretaban sus reacciones como parquedad, soberbia, apatía. Siendo sujeto de permanentes burlas, acoso escolar, o con suerte, indiferencia.
Era muy inusual que fuera invitado a un cumpleaños, y cuando así lo era, para él era un padecimiento, dado que a pesar de querer ser invitado no sabía cómo actuar, ni comprendía ciertas reglas sociales, que no le eran inteligibles, ni tenían un sentido práctico para él.
Las clases de educación física, eran una tortura. Simplemente se negaba a realizarlas, por temor a no poder moverse o ejecutar las mismas maniobras físicas que los otros niños.
Cuando alguien le dirigía la palabra, era infrecuente que lo mirara a los ojos. Cosa que era interpretada como otro signo de descortesía de su parte, sumado a ello su hosquedad y su incomodidad ante cualquier contacto físico.
Con los años, comenzó a darse cuenta por sí mismo, que era diferente a los demás. Pero no entendía por qué. Tampoco nosotros, ni los docentes, ni los médicos que lo asistían, en tanto comprendía a la perfección problemas complejos para la media, y no podía realizar cuestiones simples de interacción, que todos normalmente vamos asimilando desde pequeños.
Así, llegó la pre adolescencia, y su angustia fue subiendo cada vez más. Y la nuestra también, al sentirnos impotentes de ayudarlo por no saber qué le ocurría, culposos por no saber si algo de nuestra actitud hacia él había provocado ese comportamiento, y tristes, porque no estaba participando de una etapa de la vida, donde el juego, los amigos, y la diversión son protagonistas.
Hasta que en nuestro peregrinaje, cuando él ya tenía trece años, un psiquiatra infantil, detectó las características del Síndrome de Asperger.
Nunca habíamos escuchado siquiera la palabra.  El psiquiatra nos comentó que se trataba de una clase de autismo, pero de alto funcionamiento. Es decir, se comunican a través del habla, y ven lo que sucede a su alrededor, quieren participar, pero sencillamente no lo comprenden.
Las terapias tradicionales no servían, y no sólo no servían sino que agudizaban aún más su angustia, creando culpa y escarbando en motivaciones que no existían, y que no existirían sencillamente por una imposibilidad biológica y no emocional.
El conocer la existencia del Síndrome de Asperger, de pronto puso nombre a un conjunto de características que no tenían explicación para nosotros, y un camino, para facilitarle a él, su contacto social y lograr su autonomía el día de mañana, cuando nosotros no estemos con él.
Fue una información de alto impacto para todos, pero para mí fue de gran alivio, al tener una herramienta que pudiera dar un camino a seguir. Difícil, duro, y con necesidad de altos grados de paciencia, pero con una ruta para caminar. Al paso que se pudiera, pero comenzar a avanzar al fin.
Fue de suma importancia la existencia de la Asociación Argentina de Asperger, en la orientación, confirmación del diagnóstico y contención de la situación de nuestro hijo.
Al respecto, en su página web (http://www.asperger.org.ar), cuentan qué es el Síndrome de Asperger: Es un trastorno del desarrollo de base neurológica. Afecta de 3 a 7 por cada 1.000 personas, y se manifiesta con mayor frecuencia en los niños que en las niñas. La problemática adquiere mayor significación durante la niñez y la adolescencia por cuanto, con las diferentes estrategias de tratamiento, los adultos pueden encarar estudios superiores, formar una familia, e insertarse en el mundo laboral.
Al ser recientemente reconocido por la comunidad científica -fue incorporado en el Manual de Psiquiatrìa DSM-IV en el año 1994- es un desconocido entre la población general y los profesionales aún están poco familiarizados con sus características y tratamiento.
La persona que lo padece tiene un aspecto externo normal, suele ser inteligente y adquiere el lenguaje con normalidad aunque en algunos casos se desarrolla más tarde, pero tiene problemas para relacionarse con los demás.
Los padres suelen percibir esta diferencia hacia los 2 hasta los 7 años, buscando una ayuda que en muchas ocasiones no es la apropiada.”
“No existen dos seres humanos iguales. Las personas con Síndrome de Asperger comparten ciertas características, pero difieren en otras. Cada persona con Asperger es singular y única. Las siguientes características nos sirven de guía, para sospechar que una persona pueda tener esta discapacidad. Sólo después de verlas todas podemos tener una visión de conjunto, y sólo si creemos que se adaptan a las peculiaridades del niño debemos buscar asesoramiento profesional.
Es en la edad escolar cuando los padres empiezan a preocuparse por ciertas conductas de su hijo que no acaban de comprender. Es entonces cuando esta información puede ser más útil y es por ello que muchas de las siguientes afirmaciones hacen referencia a dicho periodo en el desarrollo.
HABILIDADES SOCIALES Y CONTROL EMOCIONAL
No disfruta normalmente del contacto social.  Se relaciona mejor con adultos que con los niños de su misma edad. Tiene problemas al jugar con otros niños. No entiende las reglas implícitas del juego. Quiere imponer sus propias reglas al jugar con sus pares.  Quiere ganar siempre cuando juega. Prefiere jugar solo. Le cuesta salir de casa. El colegio es una fuente de conflictos con los compañeros. Por lo general no le gusta ir al colegio. Es fácil objeto de burla y/o abusos por parte de sus compañeros, que se suelen negar a incluirlo en sus equipos. No se interesa por practicar deportes en equipo. Tiene poca tolerancia a la frustración. Cuando quiere algo, lo quiere inmediatamente. Le cuesta identificar sus sentimientos y tiene reacciones emocionales desproporcionadas. Llora fácilmente por pequeños motivos. Cuando disfruta suele excitarse: saltar, gritar y hacer palmas. Tiene más rabietas de lo normal para su edad cuando no consigue algo. Le falta empatía: entender intuitivamente los sentimientos de otra persona. Puede realizar comentarios ofensivos para otras personas sin darse cuenta, por Ej.: "que gordo". Tiene dificultad para entender las intenciones de los demás. No tiene malicia y es sincero. Es inocente socialmente, no sabe cómo actuar en una situación. A veces su conducta es inapropiada y puede parecer desafiante. No entiende los niveles apropiados de expresión emocional según las diferentes personas y situaciones: puede besar a un desconocido, saltar en una iglesia, etc..  No se interesa por la última moda de juguetes, cromos, series TV o ropa.
HABILIDADES DE COMUNICACIÓN
No suele mirarte a los ojos cuando te habla. Interpreta literalmente frases como: "hay miradas que matan". Se cree aquello que se le dice aunque sea disparatado. No entiende las ironías como: "A ti no te gustan los helados". Habla en un tono alto y peculiar: como si fuera extranjero, cantarín o monótono como un robot. Posee un lenguaje hiperformal, hipercorrecto. Inventa palabras o expresiones idiosincrásicas. En ocasiones parece estar ausente (como en la luna), absorto en sus pensamientos. Habla mucho. Se interesa poco por lo que dicen los otros. Le cuesta entender una conversación larga. Cambia de tema cuando está confuso.
HABILIDADES DE COMPRENSIÓN
Le cuesta trabajo entender el enunciado de un problema con varias frases y necesita que le ayuden explicándoselo por partes. Tiene dificultad en entender una pregunta compleja y tarda en responder. No comprende por qué se le riñe, se le critica o se le castiga. Le es difícil entender cómo debe portarse en una situación social determinada. Tiene problemas para vestirse. Se suele poner las zapatillas o la camiseta del revés o no encuentra el camal del pantalón. Suele no ser bueno con los puzzles. Tiene una memoria excepcional para recordar datos, por ejemplo: fechas de cumpleaños, hechos sin importancia, etc... Le gustan las asignaturas lógicas como las matemáticas y las ciencias en general. Aprendió a leer solo o con escasa ayuda a una edad temprana. Su juego simbólico es escaso (juega poco con muñecos) o demuestra escasa imaginación y creatividad. Es original al enfocar un problema o al darle una solución. Tiene un gran sentido del humor.
INTERESES ESPECIFICOS
Está fascinado por algún tema en particular y selecciona con avidez información o estadísticas sobre ese interés. Por ejemplo, los números, vehículos, mapas, clasificaciones ligueras o calendarios. Ocupa la mayor parte de su tiempo libre en pensar, hablar o escribir sobre su tema. Suele hablar de los temas que son de su interés sin darse cuenta si el otro se aburre. Repite compulsivamente ciertas acciones o pensamientos. Eso le da seguridad. Le gusta la rutina. No tolera bien los cambios imprevistos (rechaza un salida inesperada). Tiene rituales elaborados que deben ser cumplidos. Por ejemplo, alinear los juguetes antes de irse a la cama.
HABILIDADES DE MOVIMIENTO
Tiene una pobre coordinación motriz. No tiene destreza para atrapar una pelota. Tiene el niño un ritmo extraño al correr. Le cuesta abrocharse los botones o hacer un lazo con la cordonera de los zapatos.
OTRAS CARACTERISTICAS
Miedo, angustia o malestar debido a:  sonidos ordinarios, como aparatos eléctricos. Ligeros roces sobre la piel o la cabeza. Llevar determinadas prendas de ropa. Ruidos inesperados. La visión de ciertos objetos comunes. Lugares ruidosos y concurridos. Ciertos alimentos por su textura, temperatura. Una tendencia a agitarse o mecerse cuando está excitado o angustiado. Una falta de sensibilidad a niveles bajos de dolor. Tardanza en adquirir el habla, en pocos casos. Muecas, espasmos o tics faciales inusuales.”
¿Se imaginan un mundo, donde no hubiera dobles sentidos, donde todos dijéramos la verdad, donde fuéramos inocentes, sinceros, dónde no nos importara la moda, desconociéramos la ironía, nos preocupáramos por saber y conocer sin prejuicios, con gran memoria y gran sentido del humor?
Así es el mundo para mi príncipe. Un mundo difícil de transitar, un mundo que se mira a través de una burbuja donde se encierra como en otro plano, pero puede ver hacia afuera como si el resto fuera parte de un experimento.
Un experimento complejo de dilucidar pero apasionante. Un mundo donde el orden y la franqueza son excepcionales, pero sin embargo se esgrimen como estandartes ante cualquier situación.
Un mundo donde cada uno nos dice lo que necesita oír o lo que conviene, y no lo que realmente piensa. Donde las formas sociales son más importantes que la autenticidad. Donde no se valora el silencio y la reflexión.
Donde tener, es más importante que ser.
Quisiera a veces un mundo de Asperger.
Y poder estar en la misma burbuja que mi príncipe, porque así,  todo me resultaría más real.