martes, 25 de diciembre de 2012

La otra nuez




El sol caía en la tarde, y el bosque se teñía de tenues luces rojas y amarillas.
A orillas de un pino, con la espalda recostada sobre un tronco, se encontraba una ardilla joven.
La debilidad de la ardilla, entre otras, eran las nueces. Los nogales, eran abundantes en el bosque, y no era realmente un problema conseguirlas. Pero la nuez que en este momento la ocupaba, era prácticamente impenetrable.
Aún sus afiladas paletas, rebotaban como platillos entre la cáscara, produciéndole un temblor amargo en todo su cuerpo.
Pero la joven ardilla, no iba a detenerse. Es más, se encontraba así desde la mañana. Observaba y observaba a la nuez, como si le fuera un fruto totalmente desconocido. Como si su cáscara fuera de una aleación extraña y hasta ahora desconocida.
Y mientras el ocaso, dejaba espacio a la luna en lo alto del cielo, de la colina más cercana bajó otra nuez hasta los pies de la ardilla.
La ardilla la miró, tratando de decidir si dejaría su nuez imposible, por la otra que recién le había arribado como del cielo. Pero era demasiado joven y obstinada para darse por vencida, tras un solo día de larga espera.
Y fue así que cuando las estrellas reinaban como ángeles en la espesura de la noche, y el sueño ya intentaba cerrar sus párpados con fuerza, la ardilla sintió hartazgo de su infructuosa insistencia , tomó la nuez que se encontraba en el piso, y juntándola a la otra que no había podido partir hasta ahora, las azotó con fuerza entre sí.
Grande fue su estupor, cuando vió que ambas cáscaras comenzaron a quebrarse. Y tras unos segundos de sorpresa, se dio cuenta que ahora sí podía introducir sus dientes con facilidad, y no tardó más de unos momentos en terminar de comer su manjar preferido.
Quizá lo único que nos permita romper nuestra cáscara, sea tropezar con alguien de nuestra misma naturaleza. Y en ese choque de proyecciones, comprendamos que es mejor quebrarse  que nunca poder mostrar el fruto que llevamos dentro. Ya encontraste tu otra nuez?

jueves, 13 de diciembre de 2012

LA ANTIMUJER

"La mujer ha nacido para ser amada, no para ser comprendida" Oscar Wilde

Del latín femininus, el término femenino se refiere a aquello que resulta propio, relativo o perteneciente a las mujeres. Se trata, por lo tanto, de algo o alguien que dispone de las características distintivas de la feminidad.
El signo con el cual se simboliza mundialmente a lo femenino es un círculo fusionado con una cruz en la parte inferior, que viene a representar a la diosa de Venus con un espejo en la mano.
Los elementos astrológicos calificados como femeninos, por otra parte, son la Tierra (que se caracteriza por el pragmatismo) y el Agua (señalado por sus propensión a los sentimientos). Así como en la cultura china,  el ying como símbolo de lo femenino, está asociado a la tierra y a la pasividad.
Los rasgos que normalmente se asocian a las mujeres son la delicadeza, la sensibilidad, la intuición, los instintos maternales, su actitud receptiva y nutricia, etc.,  entre otras características que no son taxativas, ni por supuesto excluyente de otro género, simplemente son mayoritariamente relacionadas con la mujer.
Cuando una mujer ejerce alguna función, personal, familiar, laboral o política, imprime estos rasgos en lo que realiza. Así podemos decir que se desenvuelve femeninamente.
En nuestro país, nuestra presidente es una mujer. Sin embargo, no vuelca sus rasgos femeninos en el ejercicio de su función.
Es bien sabido, que siempre encabeza sus discursos con: “Muy buenas noches a todos y todas mis compatriotas”. La presidente, repite los adjetivos genéricos en masculino y femenino, como si ello nos incluyera de alguna manera a las mujeres en sus palabras. Si embargo, las mujeres ya estaban incluidas en el “todos”, en cuanto plural de “todo”, es el adjetivo que cualifica lo que se toma o se comprende cabalmente, haciendo referencia a lo que se considera por entero y en conjunto. Sólo se utiliza este recurso demagógicamente, amparando sus dificultades y sus debilidades en el hecho de ser mujer, y victimizándose en su condición, tratando de hacernos partícipes a todas las mujeres de sus propias falencias.
Generalmente se nos endilga a las mujeres, y la mayoría de las veces con razón, nuestra enorme memoria para recordar y traer a colación en cualquier discusión, cualquier evento que nos haya lastimado con anterioridad, tratando de rememorarlo en cada situación posible, a fin de cobrarnos el pesar que sufrimos en cada oportunidad que tengamos.
Si la Sra. Presidente, es mujer, su memoria por supuesto que no la dejará olvidar todos los sinsabores que ha atravesado nuestro país, y debería ser especialmente sensible a los odios, enfrentamientos, y confrontaciones que ha sufrido el pueblo argentino a lo largo de la historia. En cuanto la mujer, siente con mayor intensidad todas esas emociones negativas, porque las siente como si ocurrieran dentro suyo por su naturaleza receptiva. Es decir, para la mujer, es difícil diferenciar el adentro del afuera, porque los sentimientos se vivencian en una frecuencia tan alta, que parece que se viven como en carne propia. Entonces, ¿por qué continúa arengando a esos odios, enfrentamientos y confrontaciones inútiles, al punto que el pueblo argentino se haya hoy dividido por su propia motivación? ¿por qué seguir provocando antagonismos? Porque no siente como mujer, porque estoy segura que si sintiera lo que provoca con la intensidad propia de lo femenino, no podría vivir con ello. Así, sus palabras sólo reflejan rencor e inseguridad, rozando muchas veces la paranoia.
Una de las características femeninas por excelencia, es la integración, basada en la maternidad, el abrazar a todos, el contener a todos. Sin embargo nuestra presidente, siempre diferencia entre quiénes la acompañan y quiénes no. Siempre lo remarca, para que no pase desapercibido a sus seguidores, quiénes saben que sólo tendrán entidad mientras estén junto a ella.
Otra de las frases que siempre abundan en sus discursos, es “muy pocos aprenden”, “muy pocos recuerdan”, “no entienden”, mezclando el dogmatismo con la docencia. La paciencia y la capacidad para soportar el dolor, son otras de las características que generalmente se le atribuyen a la mujer, en cuanto es la biológicamente preparada para criar niños y para parirlos. No veo paciencia en los discursos presidenciales, muy por el contrario, la impaciencia se mezcla con la soberbia de pensar que se está dirigiendo a personas incapacitadas para entender lo que sucede, y que necesitan de su direccionamiento sectario para saber lo que quieren y necesitan. Mucho menos advierto en sus palabras, fortaleza frente al dolor, en tanto siempre se solapa un dejo de inseguridad, que se evidencia en la confrontación permanente y la búsqueda de un enemigo constante y la mayoría de las veces inexistente, que justifique cada uno de sus accionares, en tanto no están fundamentados en convicciones reales, sino en gestos de miedo y cobardía, que no son propios de una mujer.
La delicadeza es otro rasgo femenino, no sólo ostensible en los modales, sino en especial en las palabras. La prepotencia, los agravios, las descalificaciones y la violencia que permanentemente generan los discursos presidenciales, son una muestra acabada, que este rasgo tampoco se está plasmando positivamente. Y ello potencia desmedidamente la violencia social, porque se la legitima al proponerla como medio de relación desde el primer cargo de nuestro país.
La mujer tiene una característica energética receptiva, en contraposición con una energía de avance o de caza. Es decir, la mujer espera pasiva o activamente, y siempre perseverantemente, la consecución de un objetivo, no sale a buscarlo. La mujer busca ser, en lugar de tener, y su energía está acorde a ello. Por eso no son rasgos típicamente femeninos, las presiones, los aprietes, las persecuciones, las tomas por la fuerza, en tanto suponen un accionar deliberado en busca de algún objetivo determinado, a través de la contienda. Sustantivos muy frecuentes en la oratoria presidencial. La mujer convence, hasta incluso manipula, pero no fuerza, porque no está en su naturaleza femenina.
Como mujer, no necesito adjetivar en femenino para que me reconozcan. Se me sabe como tal, en cuanto se observa mi manera de moverme, de manejarme y de ver la vida. No comparto las convicciones políticas de nuestra presidente pero las respeto, como respeto las convicciones de aquellos que concuerdan con ella. Pero lo que si me hiere, es que el cargo más importante de nuestro país, esté en manos de una mujer que denigra nuestro género y que no hace uso de nuestras mejores cualidades para representarnos.
En esta reflexión, que desde ya, como todo lo que comparto es muy personal, sólo quiero aclarar, que los rasgos que aquí he señalado como femeninos, no excluyen otros y por supuesto son generalizaciones, dado que cada mujer es única y con rasgos diferentes. Sólo señalé las cualidades o características que mayoritariamente se atribuyen a la mujer, y que por supuesto existen también en los hombres, dado que todos los hombres tienen cualidades femeninas como las mujeres también tenemos cualidades masculinas. También aclarar, que esto no significa ningún empoderamiento de la mujer como superior al hombre, ni el pensamiento inverso, sino como géneros diferentes y complementarios.
A veces las mujeres, en nuestro relegamiento histórico, nos hemos masculinizado cada vez más para poder hacer frente a roles que nos estuvieron negados, sin darnos cuenta, que lo ideal hubiera sido ejercerlos lo más femeninos posible. Nunca olviden que ello es irresistible, especialmente en un mundo de hombres.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Ajedrez y Liberalismo. Otra forma de jugar.




 La esencia de la libertad de las personas es la oportunidad de apartarse de las formas tradicionales de pensar y de hacer las cosas” Ludwig von Mises


Una forma tradicional de pensar el ajedrez, es como un juego competitivo, de eliminación entre dos jugadores, donde el principal objetivo es derrocar al rey del oponente.
En una visión más amplia, podríamos descubrir en el ajedrez varios juegos en uno solo. Donde cada juego es distinto e independiente del juego que los comprende. Donde jugar bien en uno no implica hacerlo en el otro y viceversa.
El ajedrez es un juego tan complejo, que ni siquiera los mejores jugadores pueden llegar a considerar todas las posibles combinaciones que pueden desencadenarse, tan así que el número de partidas diferentes que pueden jugarse exceden el número de átomos del Universo o Número de Shannon.
En una sociedad libre, dada la diversidad de características del ser humano, las oportunidades o cantidad de partidas posibles, son diferentes e infinitas. Así, la mejor partida de ajedrez, será aquella con las movidas más disímiles y con la mayor cantidad de oportunidades de juego. De lo contrario, las movidas serían previsibles, estáticas, e impedirían que la partida sea más emocionante y entretenida, porque el resultado siempre sería igual e inexorable.
La forma tradicional de pensar al liberalismo, es acotándolo al capitalismo o a la burguesía apoyada en un contrato social que sólo legitima sus propios intereses.
Desde otra mirada, el liberalismo, conforma una doctrina social, filosófica, política y económica, basada en las libertades individuales, que podría resumirse en una única condición: el respeto absoluto por el otro.
Nos apartaremos de la formas de pensar y hacer tradicionales, y consideraremos al liberalismo y al ajedrez desde otro lugar: como un juego o sistema esencialmente racional (no de azar), donde cada jugador, decidirá libremente y dentro del marco de ciertas reglas prestablecidas, cada movimiento del juego, para arribar al mejor resultado posible. Y donde el final de una partida, no supone el final del juego, sino el comienzo de otra partida superior, jugada con la experiencia del transcurso anterior, que nos permite elevar los movimientos que desarrollemos en la próxima, y así sucesivamente, hasta que decidamos no jugar más.
EL JUEGO
El ajedrez se enmarca en un tablero de 64 posibles posiciones, alternadas en blanco y negro. Cualquier movida fuera de este tablero, no es válida para el juego. El liberalismo, siendo un sistema pluralista, estaría delimitado sólo por un marco institucional mínimo que contribuya con los incentivos necesarios para una creciente capitalización y una justicia eficiente, que asegure el cumplimiento de los contratos, el respeto por el fruto del propio trabajo, y la no afección a derechos de terceros: con igualdad ante la ley, y no mediante la ley.  
Las piezas en el ajedrez, juegan un rol fundamental para el juego. Son móviles, y entre ellas se cuentan un Rey; una Dama o Reina; dos Alfiles; dos Caballos; dos Torres; y ocho Peones. Cada pieza podrá moverse de una forma diferente, lo que determinará su potencia y su importancia dentro del juego.
También podemos descubrir “piezas” fundamentales en el liberalismo: el mercado (entendido como la sumatoria de infinitas decisiones contractuales entre las personas); la propiedad privada y los precios.
Entenderemos aquí, como el mercado, a las 64 casillas alternadas en blanco y negro, que componen el tablero de ajedrez, en tanto en él se llevarán a cabo las transacciones o movidas de las piezas durante el juego. La propiedad privada, estará representada por el color de piezas que escojamos para jugar; y los precios, estarán dados por el valor de cada pieza de acuerdo a su posición relativa en un momento del juego, en tanto los precios representan la manifestación y el uso que le damos a cada pieza de “nuestra propiedad”.
Por supuesto, que otras piezas completarán la partida y cada una representará una forma de movimiento para cada jugador.
Así, en el ajedrez, el Rey podrá moverse en cualquier dirección (vertical, horizontal y diagonal) avanzando y retrocediendo una sola casilla (excepto en el enroque, donde se mueve dos o tres). En el liberalismo, el Rey, estaría representado por el Estado, sus movimientos pueden ser sólo mínimos en el tablero o mercado, de una sola casilla, y sólo acotados a incentivar el juego.
La Dama o Reina, puede moverse en cualquier dirección, avanzando o retrocediendo, el número de casillas que desee hasta topar con otra pieza. En el liberalismo, la Dama o Reina, estará representada por los ingresos y los salarios de mercado, esto último entendido como los salarios productos de la relación capital-trabajo. Podrán avanzar, o retroceder y fijarse libremente en cualquier casilla del tablero, de acuerdo a las movidas que vayan desenvolviéndose en el mercado.
El Alfil, sólo se puede mover en dirección diagonal, tantas casillas como se desee hasta topar con otra pieza o  el borde. Ese tipo de movimiento le permite acortar distancias en el tablero en menor tiempo: así podemos asimilarlos a la producción y la distribución económica en el liberalismo, en tanto contracaras de un mismo proceso económico (cuando se produce se entrega lo producido a su titular, es decir se distribuye). Es inherente al liberalismo, el acortar las distancias entre la producción/distribución y la gestión, por eso es importante el movimiento del Alfil, que cruza al mercado en todas sus diagonales, impidiendo que se desvinculen los intereses de los gestores de los propios de los productores, generando una proyección del mercado en la que los beneficios reconocen una justa distribución de la riqueza.
La Torre sólo se puede mover en direcciones verticales u horizontales hasta topar con otra pieza o el borde del tablero. En el liberalismo, la Torre estaría representada por la empresa, en tanto unidad de oferta de bienes y servicios que requieren del factor trabajo. Como resume los movimientos de otras piezas y los nuclea para darles un valor agregado, sólo puede moverse en direcciones verticales y horizontales, y en el sistema liberal, sólo enroca con el Rey o el Estado, en situaciones excepcionales, siendo la torre la que cubre la autoridad del Rey en el tablero o mercado.
El caballo puede moverse a la casilla más cercana que no se encuentre en su propia fila, columna o diagonal, o lo que es igual avanzando dos casillas en vertical y una horizontal, ó viceversa, realizando un movimiento de “L”. Siendo la única pieza que puede saltar sobre las demás piezas. Las transacciones en el libre mercado, pueden realizarse aún en la casilla más cercana, siempre y cuando no sea en su propia fila, dado que nadie realizaría transacciones consigo mismo, porque ello no produciría algún valor agregado monetario ni no monetario, entendiéndose por el primero la recepción de dinero de quien vende, y por el segundo, el mayor valor del bien recibido. Estas operaciones pueden darse en cualquier casilla del tablero, sin respetar un orden de prelación o de avance en el mercado.
El Peón puede avanzar una o dos casillas en dirección vertical en su primer movimiento, luego sólo una casilla. No puede ir hacia atrás y no puede capturar a las piezas contrarias que se encuentran en la misma dirección en la que se mueve. Sí, si se encuentran a una casilla en diagonal respecto a él. En el libre mercado, los peones son el trabajo, entendido éste como el costo que debemos realizar para obtener lo que necesitamos. No captura a las piezas contrarias que se encuentran en la misma dirección en la que se mueve, porque para un mismo bien o servicio, colaboran varios tipos de trabajo, no en competencia, sino en interrelación hacia un mismo objetivo.
FASES DEL JUEGO
Las fases en el ajedrez se clasifican en:
Apertura: primeras jugadas donde las piezas van saliendo de sus casillas iniciales. Aquí es donde al liberalismo se le han realizado las mayores críticas, donde el capitalismo se torna salvaje, por su ausencia no por su presencia desmedida, como se lo entiende usualmente.
Medio juego: cuando los jugadores aún tienen muchas piezas y peones y estos entran en intenso conflicto.
Final: donde quedan pocas piezas y peones.
En el liberalismo, las innovaciones tecnológicas y de todo tipo, irán produciendo cambios de fase, que se traducirán en reasignaciones de recursos humanos y materiales. Las reasignaciones serán más conflictivas en el medio juego, siendo más incipientes y más escasas en la apertura, porque el cambio está en reordenamiento, y en el final, porque el cambio está asentado y requiere de un cambio nuevo para iniciar el ciclo de fases, que por definición será superior al primero. Así, el conjunto de fases del juego, cíclicas e ininterrumpidas, determinará el progreso.
Es importante volver a destacar, que el ajedrez y el liberalismo, son muchos juegos en uno: cada fase, requerirá planeamientos tácticos y estratégicos diferentes, y ello incrementará la complejidad del juego. Jugar bien la apertura y el final requiere de habilidades diferentes, puede haber jugadores muy fuertes en una fase y considerablemente débiles en otra.
TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS AJEDRECÍSTICAS
Toda persona de bien desea el mayor bienestar, éxito y justicia para todos, es decir desea el bien de todos. Este objetivo no se discute, los matices se encuentran en cómo logramos el bien de todos, comprendidos en el “todos”, formando parte del “todos”.
La diversidad de matices en el cómo, las diferentes tácticas y estrategias para jugar, sólo pueden presuponer libertad y respeto por el otro y por uno mismo. Transcurre así en el ajedrez como en el liberalismo. Sólo en estas bases puede desarrollarse un juego perfecto, muy lejos del jaque mate.
Así, podemos concluir que el objetivo de cada jugador, mucho antes de alcanzar el jaque mate, es tener una posición ganadora, de juego perfecto: donde conseguir ventajas sustanciales posicionales.
Esas ventajas posicionales, suelen darse durante la fase de apertura, o en las primeras partidas, en forma espontánea, por errores de los jugadores novatos. Entre jugadores más avanzados, las ventajas sólo pueden darse de forma más sutil, y es aquí cuando cobran especial relevancia los procedimientos tácticos y estratégicos, el cómo.
VALOR RELATIVO DE LAS PIEZAS
Tanto el ajedrez como el liberalismo, se caracterizan por un dinamismo o cambio en forma permanente y libre. Tanto es así, que las piezas suelen tener un valor, de acuerdo a una situación determinada en el juego:
Valor estático: fijado por su movilidad potencial, es decir la cantidad de casillas a las que se puede mover, sin tener en cuenta la presencia de otras piezas en el tablero. Ese valor es menor, si están en los bordes o esquinas. El mayor “valor estático” en el liberalismo, lo poseen los ingresos y salarios de mercado, representados en el ajedrez, por la Dama o Reina. Porque dependen exclusivamente de la estructura del capital, o cantidad de casillas a las que se puede mover: inversión per capita mayor.  Nótese que el Rey o Estado, no tiene injerencia alguna en este tipo de valor o movilidad.
Valor dinámico: de acuerdo con la situación de una posición en particular: presencia de piezas propias y contrarias, casillas controladas por piezas del oponente, líneas controladas u ocupadas, y la posibilidad de llevar a cabo planes estratégicos y posicionales. Aquí no hay una pieza más importante o de mayor valor que la otra, en un mercado liberal, los valores dinámicos de las piezas serán siempre diferentes, en tanto y en cuanto, no hay límites al control de casillas en el mercado a excepción de las que ya se encuentren ocupadas por otros, ni tampoco hay límites estratégicos ni tácticos. El valor dinámico estará dado sólo por el transcurso mismo de las partidas, y será tan variable como la partida misma y sus jugadores quieran definirlo.
Valor material: el Caballo (transacciones y operaciones económicas) y el Alfil (producción/distribución), suelen denominarse piezas menores por su limitado alcance sobre el tablero. La Torre (empresa) y la Dama (ingresos y salarios), se conocen como piezas mayores por su movilidad superior. El Rey (estado) tiene un valor absoluto porque define la partida, aunque respecto a su movilidad se le asigna un valor intermedio entre el Caballo (transacciones) y el Alfil (producción y distribución). Así vemos como el Estado o Rey, en el liberalismo, representa la autoridad final en la defensa de las libertades individuales, en tanto define la partida, pero no el desarrollo de la misma en el tablero o mercado.
Se llama ganar material, cuando se “capturan piezas”, y se quitan del tablero. Situación que puedo subsanar, cuando habiendo llegado a las filas del jugador contrario, puedo elegir una pieza para reintegrar a la partida.
Las exportaciones e importaciones por supuesto que existen en el libre mercado. Así, como en el ajedrez, conviene que la menor cantidad de piezas sea capturada de la partida, siendo más importante que la cantidad aún, la calidad de piezas con las que no cuento para jugar. En el libre mercado conviene exportar lo menos posible en cantidades físicas a mayor valor posible, a los efectos de importar la mayor cantidad de bienes y servicios, puesto que las exportaciones son el costo de la importación.
TÁCTICA
Conjunto de procedimientos, generalmente implicando una o unas pocas jugadas, por las que un jugador intenta ejecutar en el tablero una idea sencilla. El objetivo de una maniobra táctica es obtener algún tipo de ventaja, entre las cuales la más característica es ganar material. Por ejemplo, el caballo (transacciones económicas) es capaz de atacar dos casillas alejadas entre sí y sin que importe el que haya muchas piezas alrededor. Eso favorece el que esa pieza pueda realizar con frecuencia ataques dobles (llamados también horquillas). Como su nombre indica, un ataque doble es aquél en el que se ataca a la vez dos piezas, de forma que una de ellas será necesariamente capturada. Recordemos que en el liberalismo, las operaciones o transacciones económicas pueden darse en cualquier casilla del tablero, sin respetar un orden de prelación o de avance en el mercado. El grado de ventaja de cada transacción estará en la táctica de mercado que la sostiene.
Otro ejemplo es la maniobra conocida como "clavada" en donde se ataca cierta pieza por una fila o diagonal y resulta que ésta no puede retirarse (“está clavada”), dado que si lo hace, otra pieza más valiosa que se encuentra tras la pieza atacada en esa fila o diagonal quedaría amenazada. También existe la "desviación", en la que una pieza es obligada a abandonar su lugar, en el que ejercía una tarea defensiva. Existen muchas otras maniobras típicas semejantes, que se producen muy frecuentemente y con las que todos los jugadores se familiarizan pronto, si todos los jugadores tienen oportunidad de participar en el juego.
Un tipo particular de maniobra táctica se conoce como combinación en donde uno de los bandos, muchas veces sacrificando material, fuerza al otro a realizar una serie de jugadas so pena de perder la partida. El objetivo de una combinación es obtener a cambio del material sacrificado ventajas más importantes, tales como el jaque mate, o bien recuperar con creces el material más adelante. Algunas combinaciones requieren de un alto grado de originalidad y fantasía, por lo que son uno de los aspectos más espectaculares del ajedrez. Por ello, algunos jugadores, y muy especialmente el ex campeón mundial Mikhail Tal, se han hecho famosos principalmente por su capacidad de realizar combinaciones inesperadas y tremendamente complicadas. Cuanto mayor es el avance del libre mercado, más originales serán las combinaciones económicas posibles, que requerirán de los que participen en el juego, un mayor grado de evolución, libertad y apertura a los cambios.
LA ESTRATEGIA
Conjunto de planes que realiza un jugador en una partida a medio o largo plazo.
Un ejemplo típico de decisión estratégica es la de eliminar piezas con el fin de alcanzar un final de partida, entendida ésta como comienzo de otra, en un progreso que exige otro nivel de juego. Esto puede ser ventajoso en diversas ocasiones. Por ejemplo, si se tiene ventaja material o de piezas, dicha ventaja suele ser más fácil de explotar cuantas menos piezas existan. Por otro lado, si el contrario tiene la iniciativa o incluso un fuerte ataque, cambiar piezas puede también contribuir a que dicha iniciativa o ataque se disipe. La decisión estratégica de gran alcance debe entonces llevarse a la práctica por medios concretos, tácticos.
El libre mercado, implica no sólo tácticas precisas económicas, sino una estrategia económica general a largo plazo. En el caso del liberalismo, esta estrategia, corresponderá a un orden natural, entendido en la suma de las individualidades en respeto mutuo, que hará que cada táctica pueda desenvolverse en un momento del mercado determinado, alcanzando a largo plazo una estrategia final: la capitalización. El cómo esa capitalización libre se desencadene, dependerá de las circunstancias tácticas realizadas anteriormente, en cada situación determinada, que al ser libre, no puede preverse, ni es necesario, porque su resultado será siempre el aumento de capital en la nueva partida a jugar.
En todo este proceso, como en el ajedrez, se suelen definir dos tipos distintos de elementos. Por una parte, están los elementos estáticos, que influyen en la partida durante largos períodos. Por otro lado, están los elementos dinámicos, que influyen durante un periodo más breve. A menudo, las decisiones estratégicas consisten en elegir cuál entre todos los elementos es el más importante. Por ejemplo, a menudo es posible al principio de la apertura conseguir capturar un peón (trabajo) a cambio de un considerable retraso en el desarrollo de las piezas restantes. La pregunta es cuándo la ventaja estática que supone el disponer de más material se verá compensada por la ventaja dinámica (empresas, ingresos, salarios, transacciones, importación, exportación) que confiere el tener un mejor desarrollo o capitalización. Esta comparación entre ambas ventajas será lo que hará que un jugador se arriesgue o no a realizar la maniobra de mercado que le permita participar.
Son típicas ventajas estáticas: disponer de más material (trabajo, empresas, ingresos, salarios, transacciones, importación, exportación, riqueza); una mejor estructura de peones (trabajo); controlar más espacio, especialmente en el centro del tablero (mercado); una mejor posición del rey (estado legítimo limitado); piezas móviles (empresas, ingresos, salarios, transacciones, importación, exportación) contra piezas constreñidas por peones (trabajo) fijados; pareja de alfiles (ingresos y salarios) contra alfil (ingresos y salarios) y caballo o dos caballos (transacciones u operaciones económicas).
Mientras que son típicas ventajas dinámicas: mejor desarrollo, en la apertura (primera fase del capitalismo, con jugadores novatos, o mayor ausencia de libre mercado real); ganancia de tiempo (en un mercado libre es esencial el adelantarse a las oportunidades de mercado, en tanto sino dichas demandas serán atendidas por otros, en tanto la oferta no está limitada ni condicionada); disponer de la iniciativa o poder iniciar un avance (al tener todos igualdad ante la ley y las condiciones de mercado, quién avance primero tendrá ventaja en la posición, en tanto el límite a esa libertad está determinado por el derecho del otro, o la ocupación de una posición determinada); piezas mejor coordinadas (la coordinación de todas las piezas de mercado, nos permitirá progresar, capitalizar, y pasar a la siguiente partida).
Un concepto fundamental dentro de la estrategia ajedrecística es la formulación de un plan de juego en donde el jugador establece lo que desea obtener de una posición. Es el jugador y no el Estado quién establece en qué posición quiere estar y qué desea obtener de ella. Es en la ejecución del plan de juego, es decir, el paso de las ideas estratégicas generales a la ejecución táctica, donde surge el conflicto entre los jugadores, no en un sentido negativo de ataque o eliminación, sino de cruce de intereses. Es aquí donde se torna evidente el eje del liberalismo, siendo éste el respeto, ante todo, de los deseos del otro, que incluye el respeto por los deseos propios y por los de los demás. Así, pueden originarse cruces, pero no luchas ni despojos, sino límites abiertos y mutables a nuestros propios avances, ante el avance del otro.
RELACIÓN ENTRE TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Para jugadores poco avanzados, la partida es simplemente una sucesión de episodios tácticos, a menudo no relacionados entre sí. Las partidas parecen ganarse o perderse casi por azar, por ejemplo al “hacer una mala jugada” donde se pierde material. Al avanzar en el juego, sin embargo, los jugadores adquieren un control tal que los errores más graves van desapareciendo. A partir de entonces, el juego a menudo se define a favor de quien posee una mejor comprensión de cómo jugar una determinada posición, un mayor entendimiento estratégico, una mente más abierta.
En general, puede decirse que la táctica es lo más importante para ser un jugador fuerte, dado que el cálculo de variantes concretas sin excesivos errores es esencial para poder jugar a un alto nivel. Sin embargo, la inmensa mayoría de posiciones de ajedrez son tan complicadas que el simple cálculo no basta para orientarse y por tanto, se debe recurrir en muchas ocasiones a evaluar las opciones existentes mediante una visión global de cómo va a desarrollarse la partida a medio-largo plazo. Piénsese que en el liberalismo, al entenderse al hombre como de una naturaleza diferente uno de otro, también sería imposible evaluar todas las cantidades de opciones posibles, y es por ello que el liberalismo sostiene que dicho desenvolvimiento debe darse libremente, en tanto y en cuanto, cualquier intervención que se arrogue el conocimiento de este conjunto de posibilidades infinitas, sería erróneo e injusto.
Normalmente un jugador que es muy fuerte estratégicamente y más débil tácticamente usará con frecuencia su intuición en sus decisiones. Los jugadores muy avanzados son capaces de desarrollar una intuición ajedrecística que les permite descartar rápidamente las jugadas erróneas sin apenas calcular. En una opinión muy personal, considero que la evolución natural del liberalismo, conducirá de la razón a la intuición, porque ella es por esencia su forma más representativa de pensamiento, en tanto la intuición (considerada como el conocomiento a través de la esencia, no en su antigua acepción del conocimiento a través de los sentidos) es la única verdaderamente libre de todos los límites que sí tiene la razón.
Por tanto, un gran jugador será aquél que obtenga un buen equilibrio entre táctica y estrategia. Aun así, cada jugador tiene puntos fuertes y débiles, y eso es lo maravilloso del liberalismo: el juego se juega con otros, desde una óptica individual, pero donde cada punto fuerte o débil del individuo se compensa en el mercado con una fortaleza o debilidad del otro, y así el mercado es el verdaderamente fuerte, en tanto engloba en armonía una posición posible para todos dentro de sus características individuales.
PERFIL PSICOLÓGICO DE LOS AJEDRECISTAS
Aunque el ajedrez es ampliamente considerado el mejor ejemplo de actividad intelectual entre los juegos, existe muy poca evidencia entre capacidades cognitivas concretas y la pericia en el ajedrez.
El factor que explica mejor el desempeño ajedrecístico es el número de horas de práctica. No obstante es evidente que este es un juego/deporte destacadamente intelectual debido a que requiere concentración, cálculo, capacidad de análisis…. Así como la libertad se aprende con la práctica, a pesar que su conocimiento podemos alcanzarlo teóricamente, nunca podremos tener idea de su alcance y su impacto en el tipo de vida que queramos llevar sino a través del ejercicio de la misma.
Un estudio que comparaba 219 niños que jugaban al ajedrez con otros 50 que no lo hacían, cuyos rasgos de personalidad fueron clasificados de acuerdo con el Test de personalidad de los cinco grandes – Test que evalúa la tendencia cognitiva, fisiológica, social y conductual de cualquier persona- («O»: Apertura a nuevas experiencias, «C»: Responsabilidad, «E»: Extroversión, «A»: Amabilidad, «N»: Neuroticismo), sugería que era más probable que los niños con alta puntuación en los factores «O» y «E» fueran jugadores de ajedrez. Los niños varones que puntúan más alto en el factor «A», están menos interesados en el juego. Eso podría explicar por qué las niñas, que generalmente puntúan más alto en el factor «A», están en general menos interesadas en el juego.
El liberalismo sin duda, requiere apertura a nuevas experiencias, dado que estas son libres, y por consiguientes mutables, imprevistas, creativas, y cambiantes, porque sólo el cambio trae progreso, y el liberalismo se presenta esencialmente como el progreso en la evolución humana. Para aquellos amantes del status quo, esto puede ser vivido como una amenaza y con un sentido negativo, de allí, que les cueste incluirse en este tipo de juego.
La responsabilidad es otro factor determinante, podemos realizar cualquier cosa que nuestros deseos nos incentiven, excepto no hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones libres, en nosotros y en otros. Responsabilidad no es equivalente en el liberalismo a castigo.
La extroversión es el medio por el cual nuestros proyectos son conocidos por otros, en tanto y en cuanto no puedo respetar lo que no conozco que existe, en el entendimiento que no hay nadie que pueda arrogarse el conocimiento de los proyectos sociales en su totalidad. La libre expresión es el medio de relación liberal por excelencia.
La amabilidad se presenta en el liberalismo, más que como condición necesaria, como consecuencia inherente a la libertad, en tanto no hay límites impuestos en forma forzada, no hay represión, ni frustración, ni la violencia que las imposiciones arbitrarias conllevan en sí mismas. Es así, como el uso de la fuerza no está contemplado en el liberalismo, más que como un medio excepcional de defensa.
El neuroticismo, es un rasgo psicológico relativamente estable y que define una parte de la personalidad, el cual conlleva, para quien puntúa alto en este rasgo: inestabilidad e inseguridad emocional, tasas elevadas de ansiedad, estado continuo de preocupación y tensión, con tendencia a la culpabilidad y generalmente unido a sintomatología psicosomática. Las personas con un alto rango de neuroticismo, encuentran en el ajedrez la sublimación de este aspecto de su personalidad, en tanto encauzan sus emociones a través de procesos racionales intelectuales que le brindan determinado rango de seguridad. Parece este aspecto contraponerse a priori, al de apertura a nuevas experiencias, sin embargo ambos se interrelacionan como rasgos que pueden ser simultáneos o predominantes en alguno de los dos casos, pero siempre presentes aunque sea en cantidades mínimas y solapadas en la personalidad. Es así como la propia diversidad, se encuentra incluso dentro de cada individuo, de aquí que sería necio negarla fuera también. Todos los individuos son una unidad tan compleja y variada de combinación de rasgos, que sólo un sistema que permita la evolución de cada uno de acuerdo a sus necesidades, sería psicológicamente tolerable para la condición humana.
Todos estos factores son necesarios en una sociedad abierta, pero eso no significa que sean excluyentes de otros factores, ni tampoco que todos se den en un grado de similitud en cada individuo, dado que el liberalismo implica diversidad libre y en cooperación armónica.
Siguiendo con el ajedrez, otro estudio realizado en estudiantes universitarios menciona que, aquellas personas cuya personalidad les hace placenteras la búsqueda y experimentación de sensaciones nuevas y fuertes, se sienten mucho más atraídas por el juego que aquéllas que evaden esas sensaciones, sin importar el sexo. Tal es como ocurre en el liberalismo, que presupone búsquedas de sensaciones nuevas, en tanto no es prestablecido por algún ente distinto al individuo un plan determinado de acción, ni limita ninguno de los existentes. Cada plan dependerá entonces de una búsqueda personal, ejercida en libertad, y armonía con los planes de los otros. Cualquier situación de caos que pudiera originarse, se resolverá sola, por sí misma, de acuerdo a un orden natural, debido a que intentar ordenar el caos, sólo ocasiona más caos, y supone una soberbia de control sobre todo lo universalmente creado, que no es propia del liberalismo.
CONCLUSIÓN
El juego como concepto, es asimilado en un sentido negativo si se lo considera un método de competencia o eliminación. No lo es si se lo define como un proceso lúdico de entretenimiento, diversión y aprendizaje, en el que nuestra manera de jugar, hablará en definitiva de nuestra manera de comportarnos social, política y económicamente en la vida.
Así, es como el liberalismo es entendido en este análisis, no como un juego en el sentido peyorativo de la palabra, sino como un proceso evolutivo racional de comportamiento social, político y económico, que conlleva en sus raíces la misma libertad que sentíamos cuando éramos niños, sin condicionamientos, prejuicios, ni preconceptos. Donde el otro, no era el adversario, sino un compañero de juego. Pero con la responsabilidad y el respeto propio de un adulto: por uno mismo y por el otro.
Si bien el ajedrez supone un jaque mate al Rey, que en el liberalismo está representado por el Estado, en una sociedad liberal no se supone ningún tipo de anarquismo, sino que el verdadero control del juego, no lo tiene el Rey que en todo caso es una pieza más del proceso, sino el jugador, o el individuo.
El individuo decidirá el modo y el desarrollo del juego, sin temor al jaque mate, porque si bien esto implica de algún modo el final de una partida, el liberal interpreta esto como el comienzo de otra, que va a jugar indefinidamente, cuando quiera participar, y no digo cuando pueda, porque el poder es inherente a todo individuo, está en su libre albedrío elegir en qué tipo de juego quiere jugar.
No temamos poner en jaque pensamientos que no nos pertenecen por naturaleza, o que nos han sido impuestos o heredados: a veces terminar una partida es necesario para aprender a jugar mejor la otra. Ninguna partida se pierde o se gana, se transforma en el antecedente necesario para aprender a jugar mejor.
Es así como un liberal entiende la libertad, como una forma propia de pensar, una forma propia de jugar, diferente a la de otros pero en armonía con la de todos.