“La esencia de la libertad de las personas es la oportunidad de apartarse de las formas tradicionales de pensar y de hacer las cosas” Ludwig von Mises
Una forma tradicional de pensar
el ajedrez, es como un juego competitivo, de eliminación entre dos jugadores,
donde el principal objetivo es derrocar al rey del oponente.
En una visión más amplia,
podríamos descubrir en el ajedrez varios juegos en uno solo. Donde cada juego
es distinto e independiente del juego que los comprende. Donde jugar bien en
uno no implica hacerlo en el otro y viceversa.
El ajedrez es un juego tan
complejo, que ni siquiera los mejores jugadores pueden llegar a considerar
todas las posibles combinaciones que pueden desencadenarse, tan así que el
número de partidas diferentes que pueden jugarse exceden el número de átomos
del Universo o Número de Shannon.
En una sociedad libre, dada la
diversidad de características del ser humano, las oportunidades o cantidad de
partidas posibles, son diferentes e infinitas. Así, la mejor partida de
ajedrez, será aquella con las movidas más disímiles y con la mayor cantidad de
oportunidades de juego. De lo contrario, las movidas serían previsibles,
estáticas, e impedirían que la partida sea más emocionante y entretenida, porque
el resultado siempre sería igual e inexorable.
La forma tradicional de pensar al
liberalismo, es acotándolo al capitalismo o a la burguesía apoyada en un
contrato social que sólo legitima sus propios intereses.
Desde otra mirada, el liberalismo,
conforma una doctrina social, filosófica, política y económica, basada en las
libertades individuales, que podría resumirse en una única condición: el
respeto absoluto por el otro.
Nos apartaremos de la formas de
pensar y hacer tradicionales, y consideraremos al liberalismo y al ajedrez desde
otro lugar: como un juego o sistema esencialmente racional (no de azar), donde
cada jugador, decidirá libremente y dentro del marco de ciertas reglas
prestablecidas, cada movimiento del juego, para arribar al mejor resultado posible.
Y donde el final de una partida, no supone el final del juego, sino el comienzo
de otra partida superior, jugada con la experiencia del transcurso anterior, que
nos permite elevar los movimientos que desarrollemos en la próxima, y así
sucesivamente, hasta que decidamos no jugar más.
EL JUEGO
El ajedrez se enmarca en un
tablero de 64 posibles posiciones, alternadas en blanco y negro. Cualquier
movida fuera de este tablero, no es válida para el juego. El liberalismo, siendo
un sistema pluralista, estaría delimitado sólo por un marco institucional
mínimo que contribuya con los incentivos necesarios para una creciente
capitalización y una justicia eficiente, que asegure el cumplimiento de los
contratos, el respeto por el fruto del propio trabajo, y la no afección a
derechos de terceros: con igualdad ante la ley, y no mediante la ley.
Las piezas en el ajedrez, juegan
un rol fundamental para el juego. Son móviles, y entre ellas se cuentan un Rey;
una Dama o Reina; dos Alfiles; dos Caballos; dos Torres; y ocho Peones. Cada
pieza podrá moverse de una forma diferente, lo que determinará su potencia y su
importancia dentro del juego.
También podemos descubrir
“piezas” fundamentales en el liberalismo: el mercado (entendido como la
sumatoria de infinitas decisiones contractuales entre las personas); la
propiedad privada y los precios.
Entenderemos aquí, como el
mercado, a las 64 casillas alternadas en blanco y negro, que componen el
tablero de ajedrez, en tanto en él se llevarán a cabo las transacciones o movidas
de las piezas durante el juego. La propiedad privada, estará representada por
el color de piezas que escojamos para jugar; y los precios, estarán dados por
el valor de cada pieza de acuerdo a su posición relativa en un momento del
juego, en tanto los precios representan la manifestación y el uso que le damos
a cada pieza de “nuestra propiedad”.
Por supuesto, que otras piezas
completarán la partida y cada una representará una forma de movimiento para
cada jugador.
Así, en el ajedrez, el Rey podrá
moverse en cualquier dirección (vertical, horizontal y diagonal) avanzando y
retrocediendo una sola casilla (excepto en el enroque, donde se mueve dos o
tres). En el liberalismo, el Rey, estaría representado por el Estado, sus
movimientos pueden ser sólo mínimos en el tablero o mercado, de una sola
casilla, y sólo acotados a incentivar el juego.
La Dama o Reina, puede moverse en
cualquier dirección, avanzando o retrocediendo, el número de casillas que desee
hasta topar con otra pieza. En el liberalismo, la Dama o Reina, estará
representada por los ingresos y los salarios de mercado, esto último entendido como
los salarios productos de la relación capital-trabajo. Podrán avanzar, o
retroceder y fijarse libremente en cualquier casilla del tablero, de acuerdo a
las movidas que vayan desenvolviéndose en el mercado.
El Alfil, sólo se puede mover en
dirección diagonal, tantas casillas como se desee hasta topar con otra pieza
o el borde. Ese tipo de movimiento le
permite acortar distancias en el tablero en menor tiempo: así podemos
asimilarlos a la producción y la distribución económica en el liberalismo, en
tanto contracaras de un mismo proceso económico (cuando se produce se entrega
lo producido a su titular, es decir se distribuye). Es inherente al
liberalismo, el acortar las distancias entre la producción/distribución y la
gestión, por eso es importante el movimiento del Alfil, que cruza al mercado en
todas sus diagonales, impidiendo que se desvinculen los intereses de los
gestores de los propios de los productores, generando una proyección del
mercado en la que los beneficios reconocen una justa distribución de la
riqueza.
La Torre sólo se puede mover en
direcciones verticales u horizontales hasta topar con otra pieza o el borde del
tablero. En el liberalismo, la Torre estaría representada por la empresa, en
tanto unidad de oferta de bienes y servicios que requieren del factor trabajo.
Como resume los movimientos de otras piezas y los nuclea para darles un valor
agregado, sólo puede moverse en direcciones verticales y horizontales, y en el
sistema liberal, sólo enroca con el Rey o el Estado, en situaciones
excepcionales, siendo la torre la que cubre la autoridad del Rey en el tablero
o mercado.
El caballo puede moverse a la
casilla más cercana que no se encuentre en su propia fila, columna o diagonal,
o lo que es igual avanzando dos casillas en vertical y una horizontal, ó
viceversa, realizando un movimiento de “L”. Siendo la única pieza que puede saltar sobre las demás piezas. Las
transacciones en el libre mercado, pueden realizarse aún en la casilla más
cercana, siempre y cuando no sea en su propia fila, dado que nadie realizaría
transacciones consigo mismo, porque ello no produciría algún valor agregado
monetario ni no monetario, entendiéndose por el primero la recepción de dinero
de quien vende, y por el segundo, el mayor valor del bien recibido. Estas
operaciones pueden darse en cualquier casilla del tablero, sin respetar un
orden de prelación o de avance en el mercado.
El Peón puede avanzar una o dos
casillas en dirección vertical en su primer movimiento, luego sólo una casilla.
No puede ir hacia atrás y no puede capturar a las piezas contrarias que se
encuentran en la misma dirección en la que se mueve. Sí, si se encuentran a una
casilla en diagonal respecto a él. En el libre mercado, los peones son el
trabajo, entendido éste como el costo que debemos realizar para obtener lo que
necesitamos. No captura a las piezas contrarias que se encuentran en la misma
dirección en la que se mueve, porque para un mismo bien o servicio, colaboran
varios tipos de trabajo, no en competencia, sino en interrelación hacia un
mismo objetivo.
FASES DEL JUEGO
Las fases en el ajedrez se
clasifican en:
Apertura: primeras jugadas donde las piezas van saliendo de sus
casillas iniciales. Aquí es donde al liberalismo se le han realizado las
mayores críticas, donde el capitalismo se torna salvaje, por su ausencia no por
su presencia desmedida, como se lo entiende usualmente.
Medio juego: cuando los jugadores aún tienen muchas piezas y peones
y estos entran en intenso conflicto.
Final: donde quedan pocas piezas y peones.
En el liberalismo, las
innovaciones tecnológicas y de todo tipo, irán produciendo cambios de fase, que
se traducirán en reasignaciones de recursos humanos y materiales. Las
reasignaciones serán más conflictivas en el medio juego, siendo más incipientes
y más escasas en la apertura, porque el cambio está en reordenamiento, y en el
final, porque el cambio está asentado y requiere de un cambio nuevo para
iniciar el ciclo de fases, que por definición será superior al primero. Así, el
conjunto de fases del juego, cíclicas e ininterrumpidas, determinará el
progreso.
Es importante volver a destacar,
que el ajedrez y el liberalismo, son muchos juegos en uno: cada fase, requerirá
planeamientos tácticos y estratégicos diferentes, y ello incrementará la
complejidad del juego. Jugar bien la apertura y el final requiere de
habilidades diferentes, puede haber jugadores muy fuertes en una fase y
considerablemente débiles en otra.
TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS AJEDRECÍSTICAS
Toda persona de bien desea el
mayor bienestar, éxito y justicia para todos, es decir desea el bien de todos.
Este objetivo no se discute, los matices se encuentran en cómo logramos el bien
de todos, comprendidos en el “todos”, formando parte del “todos”.
La diversidad de matices en el
cómo, las diferentes tácticas y estrategias para jugar, sólo pueden presuponer
libertad y respeto por el otro y por uno mismo. Transcurre así en el ajedrez
como en el liberalismo. Sólo en estas bases puede desarrollarse un juego
perfecto, muy lejos del jaque mate.
Así, podemos concluir que el
objetivo de cada jugador, mucho antes de alcanzar el jaque mate, es tener una
posición ganadora, de juego perfecto: donde conseguir ventajas sustanciales
posicionales.
Esas ventajas posicionales,
suelen darse durante la fase de apertura, o en las primeras partidas, en forma
espontánea, por errores de los jugadores novatos. Entre jugadores más
avanzados, las ventajas sólo pueden darse de forma más sutil, y es aquí cuando
cobran especial relevancia los procedimientos tácticos y estratégicos, el cómo.
VALOR RELATIVO DE LAS PIEZAS
Tanto el ajedrez como el
liberalismo, se caracterizan por un dinamismo o cambio en forma permanente y libre.
Tanto es así, que las piezas suelen tener un valor, de acuerdo a una situación
determinada en el juego:
Valor estático: fijado por su movilidad potencial, es decir la
cantidad de casillas a las que se puede mover, sin tener en cuenta la presencia
de otras piezas en el tablero. Ese valor es menor, si están en los bordes o
esquinas. El mayor “valor estático” en el liberalismo, lo poseen los ingresos y
salarios de mercado, representados en el ajedrez, por la Dama o Reina. Porque
dependen exclusivamente de la estructura del capital, o cantidad de casillas a
las que se puede mover: inversión per capita
mayor. Nótese que el Rey o Estado, no
tiene injerencia alguna en este tipo de valor o movilidad.
Valor dinámico: de acuerdo con la situación de una posición en
particular: presencia de piezas propias y contrarias, casillas controladas por
piezas del oponente, líneas controladas u ocupadas, y la posibilidad de llevar
a cabo planes estratégicos y posicionales. Aquí no hay una pieza más importante
o de mayor valor que la otra, en un mercado liberal, los valores dinámicos de
las piezas serán siempre diferentes, en tanto y en cuanto, no hay límites al
control de casillas en el mercado a excepción de las que ya se encuentren
ocupadas por otros, ni tampoco hay límites estratégicos ni tácticos. El valor
dinámico estará dado sólo por el transcurso mismo de las partidas, y será tan
variable como la partida misma y sus jugadores quieran definirlo.
Valor material: el Caballo (transacciones y operaciones económicas)
y el Alfil (producción/distribución), suelen denominarse piezas menores por su limitado
alcance sobre el tablero. La Torre (empresa) y la Dama (ingresos y salarios),
se conocen como piezas mayores por su movilidad superior. El Rey (estado) tiene
un valor absoluto porque define la partida, aunque respecto a su movilidad se
le asigna un valor intermedio entre el Caballo (transacciones) y el Alfil
(producción y distribución). Así vemos como el Estado o Rey, en el liberalismo,
representa la autoridad final en la defensa de las libertades individuales, en
tanto define la partida, pero no el desarrollo de la misma en el tablero o
mercado.
Se llama ganar material, cuando se “capturan
piezas”, y se quitan del tablero. Situación que puedo subsanar, cuando habiendo
llegado a las filas del jugador contrario, puedo elegir una pieza para
reintegrar a la partida.
Las exportaciones e importaciones
por supuesto que existen en el libre mercado. Así, como en el ajedrez, conviene
que la menor cantidad de piezas sea capturada de la partida, siendo más
importante que la cantidad aún, la calidad de piezas con las que no cuento para
jugar. En el libre mercado conviene exportar lo menos posible en cantidades
físicas a mayor valor posible, a los efectos de importar la mayor cantidad de bienes
y servicios, puesto que las exportaciones son el costo de la importación.
TÁCTICA
Conjunto de procedimientos,
generalmente implicando una o unas pocas jugadas, por las que un jugador
intenta ejecutar en el tablero una idea sencilla. El objetivo de una maniobra
táctica es obtener algún tipo de ventaja, entre las cuales la más
característica es ganar material. Por ejemplo, el caballo (transacciones
económicas) es capaz de atacar dos casillas alejadas entre sí y sin que importe
el que haya muchas piezas alrededor. Eso favorece el que esa pieza pueda
realizar con frecuencia ataques dobles (llamados también horquillas). Como su
nombre indica, un ataque doble es aquél en el que se ataca a la vez dos piezas,
de forma que una de ellas será necesariamente capturada. Recordemos que en el
liberalismo, las operaciones o transacciones económicas pueden darse en
cualquier casilla del tablero, sin respetar un orden de prelación o de avance
en el mercado. El grado de ventaja de cada transacción estará en la táctica de mercado
que la sostiene.
Otro ejemplo es la maniobra
conocida como "clavada" en donde se ataca cierta pieza por una fila o diagonal y
resulta que ésta no puede retirarse (“está clavada”), dado que si lo hace, otra
pieza más valiosa que se encuentra tras la pieza atacada en esa fila o diagonal
quedaría amenazada. También existe la "desviación", en la que una pieza es
obligada a abandonar su lugar, en el que ejercía una tarea defensiva. Existen
muchas otras maniobras típicas semejantes, que se producen muy frecuentemente y
con las que todos los jugadores se familiarizan pronto, si todos los jugadores
tienen oportunidad de participar en el juego.
Un tipo particular de maniobra
táctica se conoce como combinación en donde uno de los bandos, muchas veces
sacrificando material, fuerza al otro a realizar una serie de jugadas so pena
de perder la partida. El objetivo de una combinación es obtener a cambio del
material sacrificado ventajas más importantes, tales como el jaque mate, o bien
recuperar con creces el material más adelante. Algunas combinaciones requieren
de un alto grado de originalidad y fantasía, por lo que son uno de los aspectos
más espectaculares del ajedrez. Por ello, algunos jugadores, y muy
especialmente el ex campeón mundial Mikhail Tal, se han hecho famosos
principalmente por su capacidad de realizar combinaciones inesperadas y
tremendamente complicadas. Cuanto mayor es el avance del libre mercado, más
originales serán las combinaciones económicas posibles, que requerirán de los
que participen en el juego, un mayor grado de evolución, libertad y apertura a
los cambios.
LA ESTRATEGIA
Conjunto de planes que realiza un
jugador en una partida a medio o largo plazo.
Un ejemplo típico de decisión
estratégica es la de eliminar piezas con el fin de alcanzar un final de partida,
entendida ésta como comienzo de otra, en un progreso que exige otro nivel de
juego. Esto puede ser ventajoso en diversas ocasiones. Por ejemplo, si se tiene
ventaja material o de piezas, dicha ventaja suele ser más fácil de explotar cuantas
menos piezas existan. Por otro lado, si el contrario tiene la iniciativa o
incluso un fuerte ataque, cambiar piezas puede también contribuir a que dicha
iniciativa o ataque se disipe. La decisión estratégica de gran alcance debe
entonces llevarse a la práctica por medios concretos, tácticos.
El libre mercado, implica no sólo
tácticas precisas económicas, sino una estrategia económica general a largo
plazo. En el caso del liberalismo, esta estrategia, corresponderá a un orden
natural, entendido en la suma de las individualidades en respeto mutuo, que
hará que cada táctica pueda desenvolverse en un momento del mercado
determinado, alcanzando a largo plazo una estrategia final: la capitalización.
El cómo esa capitalización libre se desencadene, dependerá de las
circunstancias tácticas realizadas anteriormente, en cada situación
determinada, que al ser libre, no puede preverse, ni es necesario, porque su
resultado será siempre el aumento de capital en la nueva partida a jugar.
En todo este proceso, como en el
ajedrez, se suelen definir dos tipos distintos de elementos. Por una parte,
están los elementos estáticos, que influyen en la partida durante largos
períodos. Por otro lado, están los elementos dinámicos, que influyen durante un
periodo más breve. A menudo, las decisiones estratégicas consisten en elegir
cuál entre todos los elementos es el más importante. Por ejemplo, a menudo es
posible al principio de la apertura conseguir capturar un peón (trabajo) a
cambio de un considerable retraso en el desarrollo de las piezas restantes. La
pregunta es cuándo la ventaja estática que supone el disponer de más material
se verá compensada por la ventaja dinámica (empresas, ingresos, salarios,
transacciones, importación, exportación) que confiere el tener un mejor
desarrollo o capitalización. Esta comparación entre ambas ventajas será lo que
hará que un jugador se arriesgue o no a realizar la maniobra de mercado que le
permita participar.
Son típicas ventajas estáticas: disponer de más material (trabajo, empresas,
ingresos, salarios, transacciones, importación, exportación, riqueza); una
mejor estructura de peones (trabajo); controlar más espacio, especialmente en
el centro del tablero (mercado); una mejor posición del rey (estado legítimo
limitado); piezas móviles (empresas, ingresos, salarios, transacciones,
importación, exportación) contra piezas constreñidas por peones (trabajo) fijados;
pareja de alfiles (ingresos y salarios) contra alfil (ingresos y salarios) y
caballo o dos caballos (transacciones u operaciones económicas).
Mientras que son típicas ventajas dinámicas: mejor desarrollo, en
la apertura (primera fase del capitalismo, con jugadores novatos, o mayor
ausencia de libre mercado real); ganancia de tiempo (en un mercado libre es
esencial el adelantarse a las oportunidades de mercado, en tanto sino dichas
demandas serán atendidas por otros, en tanto la oferta no está limitada ni
condicionada); disponer de la iniciativa o poder iniciar un avance (al tener
todos igualdad ante la ley y las condiciones de mercado, quién avance primero
tendrá ventaja en la posición, en tanto el límite a esa libertad está
determinado por el derecho del otro, o la ocupación de una posición
determinada); piezas mejor coordinadas (la coordinación de todas las piezas de
mercado, nos permitirá progresar, capitalizar, y pasar a la siguiente partida).
Un concepto fundamental dentro de
la estrategia ajedrecística es la formulación de un plan de juego en donde el
jugador establece lo que desea obtener de una posición. Es el jugador y no el Estado quién establece en qué posición quiere estar y qué desea obtener de
ella. Es en la ejecución del plan de juego, es decir, el paso de las ideas
estratégicas generales a la ejecución táctica, donde surge el conflicto entre los jugadores, no en un sentido negativo de ataque o eliminación, sino de
cruce de intereses. Es aquí donde se torna evidente el eje del liberalismo,
siendo éste el respeto, ante todo, de los deseos del otro, que incluye el respeto
por los deseos propios y por los de los demás. Así, pueden originarse
cruces, pero no luchas ni despojos, sino límites abiertos y mutables a nuestros
propios avances, ante el avance del otro.
RELACIÓN ENTRE TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Para jugadores poco avanzados, la
partida es simplemente una sucesión de episodios tácticos, a menudo no
relacionados entre sí. Las partidas parecen ganarse o perderse casi por azar,
por ejemplo al “hacer una mala jugada” donde se pierde material. Al avanzar en el
juego, sin embargo, los jugadores adquieren un control tal que los errores más
graves van desapareciendo. A partir de entonces, el juego a menudo se define a
favor de quien posee una mejor comprensión de cómo jugar una determinada
posición, un mayor entendimiento estratégico, una mente más abierta.
En general, puede decirse que la
táctica es lo más importante para ser un jugador fuerte, dado que el cálculo de
variantes concretas sin excesivos errores es esencial para poder jugar a un
alto nivel. Sin embargo, la inmensa mayoría de posiciones de ajedrez son tan
complicadas que el simple cálculo no basta para orientarse y por tanto, se debe
recurrir en muchas ocasiones a evaluar las opciones existentes mediante una
visión global de cómo va a desarrollarse la partida a medio-largo plazo.
Piénsese que en el liberalismo, al entenderse al hombre como de una naturaleza
diferente uno de otro, también sería imposible evaluar todas las cantidades de
opciones posibles, y es por ello que el liberalismo sostiene que dicho
desenvolvimiento debe darse libremente, en tanto y en cuanto, cualquier
intervención que se arrogue el conocimiento de este conjunto de posibilidades
infinitas, sería erróneo e injusto.
Normalmente un jugador que es muy
fuerte estratégicamente y más débil tácticamente usará con frecuencia su
intuición en sus decisiones. Los jugadores muy avanzados son capaces de
desarrollar una intuición ajedrecística que les permite descartar rápidamente
las jugadas erróneas sin apenas calcular. En una opinión muy personal,
considero que la evolución natural del liberalismo, conducirá de la razón a la
intuición, porque ella es por esencia su forma más representativa de
pensamiento, en tanto la intuición (considerada como el conocomiento a través de la esencia, no en su antigua acepción del conocimiento a través de los sentidos) es la única verdaderamente libre de todos
los límites que sí tiene la razón.
Por tanto, un
gran jugador será aquél que obtenga un buen equilibrio entre táctica y
estrategia. Aun así, cada jugador tiene puntos fuertes y débiles, y eso es lo
maravilloso del liberalismo: el juego se juega con otros, desde una óptica
individual, pero donde cada punto fuerte o débil del individuo se compensa en
el mercado con una fortaleza o debilidad del otro, y así el mercado es el
verdaderamente fuerte, en tanto engloba en armonía una posición posible para
todos dentro de sus características individuales.
PERFIL PSICOLÓGICO DE LOS AJEDRECISTAS
Aunque el
ajedrez es ampliamente considerado el mejor ejemplo de actividad intelectual
entre los juegos, existe muy poca evidencia entre capacidades cognitivas
concretas y la pericia en el ajedrez.
El factor que
explica mejor el desempeño ajedrecístico es el número de horas de práctica. No
obstante es evidente que este es un juego/deporte destacadamente intelectual
debido a que requiere concentración, cálculo, capacidad de análisis…. Así como
la libertad se aprende con la práctica, a pesar que su conocimiento podemos
alcanzarlo teóricamente, nunca podremos tener idea de su alcance y su impacto
en el tipo de vida que queramos llevar sino a través del ejercicio de la misma.
Un estudio que
comparaba 219 niños que jugaban al ajedrez con otros 50 que no lo hacían, cuyos
rasgos de personalidad fueron clasificados de acuerdo con el Test de personalidad
de los cinco grandes – Test que evalúa la tendencia cognitiva, fisiológica,
social y conductual de cualquier persona- («O»: Apertura a nuevas experiencias,
«C»: Responsabilidad, «E»: Extroversión, «A»: Amabilidad, «N»: Neuroticismo),
sugería que era más probable que los niños con alta puntuación en los factores
«O» y «E» fueran jugadores de ajedrez. Los niños varones que puntúan más alto
en el factor «A», están menos interesados en el juego. Eso podría explicar por
qué las niñas, que generalmente puntúan más alto en el factor «A», están en
general menos interesadas en el juego.
El liberalismo
sin duda, requiere apertura a nuevas experiencias, dado que estas son libres, y
por consiguientes mutables, imprevistas, creativas, y cambiantes, porque sólo
el cambio trae progreso, y el liberalismo se presenta esencialmente como el
progreso en la evolución humana. Para aquellos amantes del status quo, esto
puede ser vivido como una amenaza y con un sentido negativo, de allí, que les
cueste incluirse en este tipo de juego.
La
responsabilidad es otro factor determinante, podemos realizar cualquier cosa
que nuestros deseos nos incentiven, excepto no hacernos cargo de las
consecuencias de nuestras acciones libres, en nosotros y en otros.
Responsabilidad no es equivalente en el liberalismo a castigo.
La extroversión
es el medio por el cual nuestros proyectos son conocidos por otros, en tanto y
en cuanto no puedo respetar lo que no conozco que existe, en el entendimiento
que no hay nadie que pueda arrogarse el conocimiento de los proyectos
sociales en su totalidad. La libre expresión es el medio de relación liberal
por excelencia.
La amabilidad se
presenta en el liberalismo, más que como condición necesaria, como consecuencia
inherente a la libertad, en tanto no hay límites impuestos en forma forzada, no
hay represión, ni frustración, ni la violencia que las imposiciones arbitrarias
conllevan en sí mismas. Es así, como el uso de la fuerza no está contemplado en
el liberalismo, más que como un medio excepcional de defensa.
El neuroticismo,
es un rasgo psicológico relativamente estable y que define una parte de la
personalidad, el cual conlleva, para quien puntúa alto en este rasgo:
inestabilidad e inseguridad emocional, tasas elevadas de ansiedad, estado continuo
de preocupación y tensión, con tendencia a la culpabilidad y generalmente unido
a sintomatología psicosomática. Las personas con un alto rango de neuroticismo,
encuentran en el ajedrez la sublimación de este aspecto de su personalidad, en
tanto encauzan sus emociones a través de procesos racionales intelectuales que
le brindan determinado rango de seguridad. Parece este aspecto contraponerse a
priori, al de apertura a nuevas experiencias, sin embargo ambos se
interrelacionan como rasgos que pueden ser simultáneos o predominantes en
alguno de los dos casos, pero siempre presentes aunque sea en cantidades
mínimas y solapadas en la personalidad. Es así como la propia diversidad, se
encuentra incluso dentro de cada individuo, de aquí que sería necio negarla fuera
también. Todos los individuos son una unidad tan compleja y variada de
combinación de rasgos, que sólo un sistema que permita la evolución de cada uno
de acuerdo a sus necesidades, sería psicológicamente tolerable para la
condición humana.
Todos estos
factores son necesarios en una sociedad abierta, pero eso no significa que sean
excluyentes de otros factores, ni tampoco que todos se den en un grado de
similitud en cada individuo, dado que el liberalismo implica diversidad libre y
en cooperación armónica.
Siguiendo con el
ajedrez, otro estudio realizado en estudiantes universitarios menciona que,
aquellas personas cuya personalidad les hace placenteras la búsqueda y
experimentación de sensaciones nuevas y fuertes, se sienten mucho más atraídas
por el juego que aquéllas que evaden esas sensaciones, sin importar el sexo. Tal
es como ocurre en el liberalismo, que presupone búsquedas de sensaciones
nuevas, en tanto no es prestablecido por algún ente distinto al individuo un
plan determinado de acción, ni limita ninguno de los existentes. Cada plan
dependerá entonces de una búsqueda personal, ejercida en libertad, y armonía
con los planes de los otros. Cualquier situación de caos que pudiera
originarse, se resolverá sola, por sí misma, de acuerdo a un orden natural,
debido a que intentar ordenar el caos, sólo ocasiona más caos, y supone una
soberbia de control sobre todo lo universalmente creado, que no es propia del
liberalismo.
CONCLUSIÓN
El juego como
concepto, es asimilado en un sentido negativo si se lo considera un método de
competencia o eliminación. No lo es si se lo define como un proceso lúdico de
entretenimiento, diversión y aprendizaje, en el que nuestra manera de jugar,
hablará en definitiva de nuestra manera de comportarnos social, política y económicamente
en la vida.
Así, es como el
liberalismo es entendido en este análisis, no como un juego en el sentido
peyorativo de la palabra, sino como un proceso evolutivo racional de
comportamiento social, político y económico, que conlleva en sus raíces la misma
libertad que sentíamos cuando éramos niños, sin condicionamientos, prejuicios,
ni preconceptos. Donde el otro, no era el adversario, sino un compañero de
juego. Pero con la responsabilidad y el respeto propio de un adulto: por uno
mismo y por el otro.
Si bien el
ajedrez supone un jaque mate al Rey, que en el liberalismo está representado
por el Estado, en una sociedad liberal no se supone ningún tipo de anarquismo,
sino que el verdadero control del juego, no lo tiene el Rey que en todo caso es
una pieza más del proceso, sino el jugador, o el individuo.
El individuo
decidirá el modo y el desarrollo del juego, sin temor al jaque mate, porque si
bien esto implica de algún modo el final de una partida, el liberal interpreta
esto como el comienzo de otra, que va a jugar indefinidamente, cuando quiera
participar, y no digo cuando pueda, porque el poder es inherente a todo
individuo, está en su libre albedrío elegir en qué tipo de juego quiere jugar.
No temamos poner
en jaque pensamientos que no nos pertenecen por naturaleza, o que nos han sido
impuestos o heredados: a veces terminar una partida es necesario para aprender
a jugar mejor la otra. Ninguna partida se pierde o se gana, se transforma en el
antecedente necesario para aprender a jugar mejor.
Es así como un liberal entiende la libertad,
como una forma propia de pensar, una forma propia de jugar, diferente a la de
otros pero en armonía con la de todos.