Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
su fragua hallaría la calma,
sabiendo que el alma está también en la mirada
cuando no hay mejor diálogo que el silencio.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
la hubiera convertido en su Afrodita
templándola con el fuego de su pasión
y el frío de su indiferencia.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
se reiría de sus miedos,
y crearía un gran escudo de hierro
para que ningún mal la hiciera llorar.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
hubiera transitado el inframundo
guiado por esos ojos de niña frágil
que persuaden hasta al más fuerte.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
hubiera hurgado en su inseguridad,
en su propia oscuridad hubiera hallado consuelo
y en el río del infierno la hubiera amado por siempre.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
disfrutaría de su soledad junto a ella,
sabiendo que cuando invisible
es más difícil de cazar.
Si Hefestos hubiera conocido a Perséfone
sus manos se transformarían en alas
y su cuerpo se fundiría en un volcán eterno
que jamás lo haría sentir inseguro,
porque aún en las escalinatas de cristal del Olimpo
ella sería su trono de marfil,
su reina interior, su más preciosa creación,
su amada.
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